Lo mejor de ir es volver
“No pidió nada, dijo que todo lo que deseaba le había sido retornado aquel día. Tan sólo sonrió y pronunció una frase que recordaré siempre, sería mi brújula vital: “lo mejor de ir es volver…”
Allá por el 2019 un libro del gran Albert Espinosa llegaba a mis manos de parte de mi segunda familia en esta vida. Cada vez que los visito vuelvo con un libro lleno de historias para la posteridad.
No hacía mucho tiempo atrás mi vida había sufrido la perdida de cuatro de los seres qué más amé. Lo correcto sería decir tres pérdidas y un alejamiento, pero el corazón no entiende de distancias.
Ahí dónde me encontraba perdida, donde sin saberlo aún me había hundido, me refugié en viajar y en el recorrido me hice amiga de dos libros. Uno de ellos al que parafraseo aquí.
Recién hoy, luego de tres largos años esa frase toma sentido: “lo mejor de ir es volver”.
Mi padre me preguntó no hace mucho ¿por qué siempre te acordás cuando tu abuelo y yo discutíamos en la mesa familiar? Y allí caí en la cuenta de que cuando yo volvía a ese recuerdo lo primordial no era la discusión en sí, era el bochinche familiar, el sonido de la piscina y el aroma a verano de aquella casa ubicada en el número 1994. El olor a asado, el sonido de las copas brindando, la voz de mi abuelo. Me divertía verlos entablar discusiones, los admiraba cuando lo hacían, los veía grandes: El juez y el Ingeniero.
Pero quizás mi padre no lo recuerda así.
Y es que la memoria es traicionera, los viejos suelen decir esa frase y tanta razón que tienen.
Volvemos al pasado de la manera más dulce que podamos. Evitamos volver a esos momentos dolorosos y sin embargo sigo sosteniendo como lo hace la anciana Rosana que lo mejor de ir, de vivir, es la posibilidad de volver. De mirar la vista atrás y estremecerte, llorar, perdonar y sonreír.
Ahora te invito a que cierres los ojos y vuelvas a experimentar un poquito de lo que fue.
Y si tenés ganas… compartilo conmigo.