De pequeña envidiaba a Tofú. Su soltura, su sonrisa grande siempre, su forma extrovertida de mostrarse al mundo. Al menos eso último creía yo. Durante nuestra niñez Tofú y yo no fuimos muy apegadas. Me sentía más cercana al Delfín. Y creía que Tofú no me comprendía. Si habremos peleado a gritos y manotazos, sólo el Inventor y la Tejedora lo saben. Tofú siempre fue una princesa, la más femenina de las mosqueteras. Irreverente como ella sola. Le gustaba llevar la paciencia del Inventor, y en especial de la Tejedora al límite. De niñas y adolescentes éramos dos polos opuestos.
Con el pasar de los años mi relación con Tofú fue cambiando, evolucionando, transmutando creo que sería la palabra adecuada. Aún hoy nos cuesta a veces por momento aceptar completamente a la otra. Pero hemos llegado a un punto de equilibrio mágico entre las dos.
Descubrí que mucha de la extroversión que aparentaba tener Tofú era la máscara con la que se enfrentaba al mundo y así tapar sus miedos.
Pero siempre admiré eso de ella. Que pese a morir de miedo lo intentaba. Tofú primero salta y luego lo piensa.
Tofú tiene un corazón de oro y una sensibilidad del tamaño del atlántico. Pero ella intenta siempre disimularlo. No vaya a ser cosa que la gente la vea débil. Ser débil no está en su esencia.
Tofú tiene alma de líder. No le gusta recibir órdenes. Ella nació para llevar la batuta. Quien primero la conoce podría pensar que es una persona mal agestada, lo que no saben es que, al igual que cada una de las mosqueteras, decide muy bien con quien aliarse. Una cualidad que han sacado de la Tejedora.
Tofú ama las ciencias, aunque la vida la llevó hacia las letras. Amante de las golosinas y los animales, su compasión por los que no tienen voz la llevó a cambiar su vida. Tofú me regaló mis nueve guardianes, que en realidad eran once, pero ella no pudo separar su vida de dos.
Tofú me enseñó el significado profundo de la palabra "aceptar". Con ella aprendí que para amar de forma pura y simple primero hay que aceptar. Que por mucho que crea ser diferente al fin y al cabo ambas nacimos de la Tejedora y del Inventor, y eso nos marca para siempre.
Tofú tal vez no llegue a expresar siempre con palabras sus emociones o sentimientos, pero si uno se anima y la observa bien, llega a descubrir sus sentires más profundos. Eso sí, hay que hacerlo en silencio y desde lejos, porque si Tofú te ve cerca su barrera se activa al instante.
Con los años aprendí a acercarme sigilosamente y así logré abrazar a Tofú en algunos de sus momentos más vulnerables.
En esta vida no he descubierto mejores abrazos que los de Tofú y los del Delfín. He llegado a comparar otros recibidos con los de ellas. Pero aún ninguno se iguala. El más cercano es el del Jacarandá.
Tofú no se guía por estereotipos y le encanta ir en contra de la corriente. Quizás por eso la admiro.
Aunque sé que no le es fácil hacerlo. Su procesión va por dentro y muy de vez en cuando se atreve a compartir sus miedos.
Tofú huele a Açaí. Y en su ropa siempre hay pelos negros y rubios. Tofú es pura, una mujer real. No suele llevar maquillaje porque aceptó que sus pecas no deben ser tapadas.
Tofú sufrió mucho, pero el amor la encontró y la llevó de la mano hacia los verdes castillos.
Aún recuerdo la última vez que abracé a Tofú. En aquel abrazo cada una dejó un pedazo de corazón en la otra.
Hablo cada día con ella. Pero la distancia siempre deja cierta amargura.
Tofú, la del pelo largo, me enseñó que puedo vivir sin lastimar a otros. Que no necesito ser perfecta para sentirme bien. Y que no tengo que creerme todo lo que se dice ahí afuera.
Tofú parece fuerte y firme por fuera, pero al igual que el alimento, es suave y lleno de virtudes por dentro, sólo hay que saberla condimentar.
Me llevó tiempo aceptar a Tofú, pero hoy no cambiaría ni un segundo de los pasados a su lado. Ni siquiera aquellas caminatas discutiendo a los gritos en alguna ciudad extraña.
Y es que Tofú, en silencio, me ha ayudado a crecer más que nadie.
Ahora que no la tengo tan cerca, guardo algunas de sus prendas, rociándolas con Açaí para esos días en que necesito de sus abrazos.